En el último tiempo afloran signos no muy alentadores para la creación musical actual. Reducciones de espacio, de difusión, el apoyo a populismos, apuestas por lo masivo, la corriente del “anti-intelectualismo”, en fin, pareciera que las cosas se ponen complejas para el compositor de hoy en día. En este escenario, es alentador cuando los compositores unen sus fuerzas para dar vidas a iniciativas como el Proyecto Origami, una plataforma impulsada por tres jóvenes compositores, nacidos en los años noventa, que busca la interpretación de nuevas obras, en sinergia con nuevos intérpretes. Se trata de Tomás Brantmayer, Esteban Vargas y Manuel Segura, quienes ya han dado cuenta de una palpable visibilidad, mediante presencia en festivales, programaciones en orquestas y premios.
La grabación de un disco virtual, que estará pronto disponible para libre descarga en internet llegó de la mano de un concurrido concierto en el Auditorio Alfonso Letelier de la Fundación Cultural de Providencia. Una instancia que repletó la sala, y que vio a los presentes escuchando absortos las cinco obras, todas con “tinta fresca” digamos, por su reciente escritura. Esta nueva música se hizo sonido en manos de una selección de nuevos intérpretes, que por su dedicación y empatía con el material, se merecen todos ser mencionados: Manuel Astudillo (flauta), Marcelo Vega (oboe), Karim Somaza (clarinete), Diego Arenas (trompeta), Magdalena Pacheco (percusión), Francisco Salazar (guitarra eléctrica), Lautaro Silva (piano), Álvaro Carreño (violín), Darío Tapia (violín), Felipe Vieytes (viola), Marco Carrasco (cello), más dos solistas vocales, la soprano Katherine Arriola y el tenor Francisco Huerta. La dirección musical estuvo a cargo de Eduardo Browne Salinas, hijo del director homónimo y quien se perfila como una batuta de recambio para la década que se aproxima.
Un cuarteto de cuerdas en tres movimientos de Segura, titulado ‘Senderos’ sirvió de apertura. Ligeras reminiscencias a Bartók van quedando atrás apenas se nota una dialéctica entre énfasis rítmico y tímbrico, entre melodismo y texturas, en un tríptico lleno de frescura y con la extensión temporal justa en sus partes. Un mayor colorismo se apreció en ‘Volvemos a las alturas’ del mismo compositor, autor también del texto, en que la interpretación de Katherine Arriola, lleno de sensibilidad y compenetración, se ajustó a las necesidades expresivas de la pieza, y en total balance con el conjunto instrumental mixto, donde todas las familias estaban representadas.
En medio de la primera parte de escucharon dos obras de Brantmayer. Sin concesiones de ningún tipo, el cristalino lenguaje de este compositor tiene la capacidad de emocionar sin caer en un ningún tipo de romanticismo, es más bien el aura evocadora que emana de sus sugestivas texturas. Precisamente ‘Tal vez Dios ruegue por nosotros’, del año 2015, para seis instrumentos, se posicionó como un corazón emocional de todo el concierto. Como ilustrando un cierto desamparo que se desprende del título, que hace recordar su exitosa obra sinfónica ‘Plegaria’ con la cual comparte un espíritu musical. Otra faceta de su autor llegó con ‘Voli’, versión revisada de una obra de 2011, mucho más lúdica, irónica más bien, pero con una fuerza motora irresistible.
La segunda parte estuvo ocupada por una sola obra, pero de mayor duración, de Esteban Vargas. ‘De vez en cuando’ es un ciclo vocal de ocho canciones sobre poemas de Claudio Bertoni, para tenor y conjunto instrumental, guitarra eléctrica incluida. Un fino manejo del humor caracteriza esta obra, llena de sutilezas, y el trabajo del tenor Francisco Huerta fue en este sentido sobresaliente. Una teatralidad que causa risas, pero que no deja en segundo plano el tratamiento de cada parte, y todo ensamblado con firmeza por la mano de Browne. De la calidez de este concierto ahora a esperar las grabaciones, un testimonio del trabajo de estos tres talentosos compositores que ya se han hecho notar, y de la mejor manera.
Álvaro Gallegos M.
11/07/2017
Fotos: Jorge Brantmayer